A 66 años de las expediciones del 14 y 20 de junio por Constanza, Maimón y Estero Hondo persiste la deuda histórica de las generaciones posteriores a aquellos patriotas, porque el sueño y su inspiración aún no han sido concretados como debió serlo, en una sociedad justa y de real democracia.
Si bien con la muerte de Rafael Leónidas Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961 fue decapitada la tiranía, los remanentes de la Era perviven y, peor aún, hay quienes sostienen en el imaginario popular, ante situaciones anómalas del presente, que se necesita emular la figura y acciones del régimen trujillista.
Mucha tinta se ha escrito posterior al tiranicidio y persisten desacuerdos en el análisis crítico de los acontecimientos del último tercio del siglo XX, a partir del golpe de Estado al gobierno de Juan Bosch (1963), la revolución cívica de abril (1965) y la consecuente guerra patria por la invasión yanqui.
Luego de los 12 años de Balaguer (1966-1978), neotrujillismo con apoyo estadounidense y ante el peligro de “otra Cuba” en el Caribe, los líderes “progresistas” de la época, sus hijos y nietos, a la sombra del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) han quedado “a deber” con la generación “revolucionaria” que debió ser gobierno, y no lo es, por fragmentaciones e intereses particulares.
El PRD fue diezmado por luchas fratricidas que le impidieron seguir en el poder, José Francisco Peña Gómez fue objetado por sus orígenes, y Juan Bosch pudo construir una escuela política esperanzadora, pero sus discípulos negaron al maestro y capitalizaron el poder por vía de corrupción e impunidad.
Los tiranicidas, motivados por convicciones personales, y los patriotas de junio de 1959, “enamorados de un puro ideal”, no han sido reivindicados por generaciones partidistas presentes que ni siquiera tienen divergencias de fondo sobre rol y manejo del Estado, sino que se han aliado al capital de turno y a las golondrinas, o de “sospechoso origen”, para lucrarse sin ética ni moral social.